Texto: Manel Reyes. Socio Director MRC International Training
12 de Marzo de 2016, el F.C. Barcelona gana por 6-0 al Getafe, viene de
arrebatar el récord de partidos invictos a su eterno rival, está haciendo un
fútbol tan mágico como efectivo, aspira a volver a ganarlo todo y aventaja en
10 puntos al Atletico de Madrid y 12 al Real Madrid. Ambos entrenadores, Diego
Pablo Simeone y Zinedine Zidane dan la liga prácticamente por sentenciada en
favor del Barça a falta de 9 partidos.
17 de Abril de 2016, se encienden todas las alarmas. El Barça ha sido
eliminado de Champions por el Atleti, y ha encajado un empate ante el Villarreal
y tres derrotas consecutivas (Real Madrid, Real Sociedad y Valencia). El
Atlético de Madrid está empatado a puntos y el Real Madrid a 1. No hay margen
de error.
El fútbol, como tantos otros deportes, es un reflejo de una parte
importante de la sociedad. Es muestra de actitudes individuales y grupales,
es capaz de mostrar lo mejor, y lo peor, de las personas. Pero también es
capaz de darnos muestras del funcionamiento de la psicología humana en su
sentido más amplio, lo que permite aprovechar ese modelo para entender otros
grupos.
“La gran paradoja del fútbol espectáculo del tercer milenio consiste en que simultáneamente es lo mismo y no tiene nada que ver con lo que, a finales del Siglo XIX, se definió como tal” (Miquel Torregrosa i Álvarez, extracto de Tesis Doctoral, Junio 2002)
¿Se puede morir de éxito?
Radicalmente si. Incluso podríamos establecer una ley que dijese que cuanto
más éxito tienes más probabilidades tienes de fracaso.
Parece contradictorio afirmar algo así, cuando, a priori, eres más
poderoso y por tanto sumas más recursos que tus rivales y te blindas mejor ante
ellos. Pero lo narrado antes es un claro ejemplo de como la mente humana es
capaz de entrar en un bucle derrotista, donde el cerebro nos boicotea
haciéndonos cuestionar todas nuestras fortalezas y magnificando nuestras
debilidades. El Barça pasó de la noche a la mañana de hacer magia en el campo a
jugar al fútbol de manera apática y previsible. En consecuencia, se volvió
tremendamente vulnerable.
¿Cuanto más me lo creo, más débil soy?
Es una lectura para la vida y para el trabajo. La seguridad en uno mismo va
en detrimento de nuestro nivel de alerta a los pequeños detalles y son estos
por donde se hacen las primeras grietas, que cuando son detectadas ya es, casi
siempre, demasiado tarde porque el barco se está hundiendo.
Pero digo “casi siempre” porque, si hacemos una lectura en clave positiva
del fracaso, se nos puede poner a favor. Se lo leí a alguien y me encantó
(perdón por no citarlo, porque no lo recuerdo) “la gente buena nunca
pierde. O gana, o aprende...” La vida es un juego de expectativas y
percepciones. Y el fracaso es sólo un posible desenlace más de cada situación.
Lo sentimos cuando la percepción queda por debajo de la expectativa. Así que no
es nada más que estado mental, igual que el éxito. Otro final con probabilidad
de ocurrir. Un regalo, si lo sabemos aprovechar.
Bendito fracaso. Porque nos lleva de nuevo a tocar de pies en el suelo
cuando habíamos comenzado a levitar. Cuando nos
creíamos más importantes de los demás y les mirábamos por encima del hombro,
cuando lo íbamos a ganar todo, cuando no nos podía pasar nada malo.
¿Cuando más veces caigo más fuerte me hago?
Sí, pero sólo si he sido capaz de analizar con calma lo que me llevó allí y
he hecho una lectura en clave de aprendizaje. Pero también si soy capaz de
enseñar mis heridas con orgullo.
“Si se me rompe una cerámica, y puedo recomponerla con un adhesivo, sólo la
seguiré utilizando como pieza de decoración si puedo esconder la grieta hacia
la pared, para que no se vea”.
Me sorprendió leer que cuando los japoneses reparan objetos rotos,
realzan la zona dañada rellenando las grietas con oro. Creen que cuando
algo ha sufrido un daño, y ha podido ser reparado, se vuelve más hermoso. El
Kintsugui es el arte tradicional japonés de reparar cerámica dañada con un
adhesivo fuerte y rociarlo luego con polvo de oro. El resultado es que, no sólo
queda reparada, sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de ocultar
los defectos, los acentúan y los celebran, ya que ahora se han convertido el
las partes más fuertes y bellas de la pieza.
Las heridas afectivas, los atentados contra nuestra autoestima, las
decepciones y los fracasos son prueba evidente de la imperfección y la
fragilidad humana. Pero también son oportunidades para la resiliencia, que es
la capacidad de los seres vivos de sobreponerse a periodos de dolor emocional y
situaciones adversas.
Las personas resilientes tienen un alto grado de autoconciencia (conocen
sus fortalezas y debilidades), confían en si mismas y en los demás, suelen ver
el lado positivo de las cosas, viven intensamente el presente, son flexibles
ante los cambios, suelen rodearse de personas optimistas y son creativas. Ven el fracaso como oportunidad, en lugar de como amenaza y pasan
constantemente el “filtro del momento”. La vida no es buena, o mala. Son
momentos, y como tales, poseen una fecha de caducidad.
Me apetece concluir que:
1. Cuanto más éxito alcanzo, más
posibilidades tengo de fracasar
2. Cuanto más me creo lo bueno que
soy, más vulnerable soy.
3. El fracaso sólo es un posible
desenlace de toda situación.
4. Cuanto más veces resurjo de mis
fracasos, más fuerte me hago.
El Barça resurgió, de su momento difícil, ganó 0-8 al Deportivo de la
Coruña, 6-0 al Sporting de Gijón, 0-2 al Betis, 5-0 al Español y sólo pendiente
de visitar al Granada en un partido en el que continua dependiendo de si mismo
y donde está convencido de que no fallará. Así que pese a tener ya sólo a uno
de sus perseguidores sometiéndole a una presión que no permite errores, ha
sabido volver, aún más reforzado, a ser el gran equipo que es. Felicidades a
los tres grandes equipos que han sido capaces de estar ahí hasta el último
momento, incluida la Final de la Champions League.
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