De repente se acaban las vacaciones y nos invade una sensación de incapacidad para afrontar la vuelta a casa, la vuelta al trabajo, la vuelta al “cole”… Sensaciones de tristeza, nerviosismo o irritabilidad, pueden tomar el mando de nuestro comportamiento en estos días. Si algo parecido te está ocurriendo, podrías estar cautivo de lo que se conoce como síndrome postvacacional. ¿Pero, qué es en realidad?, ¿ciertamente existe o es un concepto inventado por psicólogos y coachers?, ¿se manifiesta por igual en todas la personas? y, sobre todo, ¿se ha inventado ya la píldora milagrosa que nos cure, sin esfuerzo, de este nueva afección? Estas preguntas son recurrentes en estos días, pero debemos dar un paso más: tratar de identificar si estamos afectados, o podríamos estarlo, y conocer cómo actuar.
Según un estudio realizado por la consultora de recursos humanos Randstad en 2009, en España, 6 de cada 10 personas (en término medio), puede sufrir lo que se ha llamado síndrome, tristeza o estrés postvacacional.
¿Cómo se manifiesta? Como una reacción de rechazo al trabajo tras un período de vacaciones más o menos prolongado: en forma de tristeza, agitación, ansiedad, agobio, nerviosismo e irritabilidad.
Pero hay buenas noticias. Estos síntomas no aparecen en todas las personas. Y además, no nos afectan a todos por igual. Por tanto, depende de cada persona y su percepción, de la situación, del entorno.
Las causas podrían ajustarse a la expresión que definiría al ser humano como un animal de costumbres, de hábitos establecidos. Cada situación de cambio y variación de nuestros hábitos suele incomodarnos. Y entre un periodo de vacaciones y uno de actividad laboral, la diferencia es importante: desajustes horarios, cambios en el ritmo diario, en las comidas… y, sobre todo, en nuestra actividad social y relacional. Y en España, este contraste todavía es mayor ya que los horarios laborales son especialmente largos y hay poca conciliación entre el tiempo dedicado al trabajo y el que pasamos con la familia o dedicado a nuestras aficiones.
Pero, principalmente, hay una serie de elementos que influyen de una manera muy directa: si la percepción que tenemos de nuestro trabajo es agradable, estamos motivados, tenemos claros los objetivos laborales (¡y vitales!)…, disminuye la probabilidad de que este síndrome nos alcance cada año a la vuelta de las vacaciones.
Encontrando la clave de este proceso
Pero hay personas a las que no les afecta: ¿qué hacen?, ¿cuál es su antídoto personal? En general, es la actitud que adoptamos las personas en la vida la que nos inclina hacia unas situaciones u otras. Ante ese síndrome postvacacional, sucede lo mismo: cada persona decide con qué actitud afronta vuelta al trabajo. Y además existen algunas experiencias que también pueden ayudar. Así que, ya tenemos el principal componente de esta receta: nuestra actitud.
Como hemos dicho, la actitud, es decir, la manera como nos planteamos abordar nuestros problemas, nos va a señalar las vías de solución. En MRC International Training decimos “tus visiones determinan tus comportamientos”.
Así, podemos dar respuesta a estas cinco cuestiones:
- La visión que tengamos de nuestro trabajo, de los compañeros, de los proyectos… marcará nuestro regreso. ¿Podemos encontrar puntos positivos en cada uno? ¡Pues hagámoslo!
- Cada mañana nos levantamos, nos aseamos… pero ¿nos preparamos psicológicamente para abordar de una manera activa aquello que nos espera? Una buena fórmula sería preguntarnos: ¿por qué estoy feliz hoy? Las vacaciones llegan a su fin, pero seguro que hoy podemos identificar unos cuantos motivos, aunque sean sencillos, que nos hacen sentir bien.
- Hay situaciones ante las que no podemos hacer nada pero otras muchas sobre las que sí podemos actuar. No perdamos tiempo ni energía en las primeras. Respecto en las segundas, podemos culpar a los demás de que ocurran… o bien, hacer nosotros algo distinto. Para que algo cambie, ¿puedo probar de hacer algo de otra forma distinta? Cada año, tras las vacaciones, hemos de emprender la “operación retorno”. Sobre esto no puedo actuar, pero, si pretendo que algo cambie, sí puedo hacer alguna cosa nueva.
- ¡Sonríe! Las emociones se transmiten y se contagian. Tú decides con cuáles quieres envolver a tu entorno, a tus seres queridos… Además, como afirma el Dr. J. Hitzig “el cerebro es un ‘músculo’ fácil de engañar: si sonríes cree que estás contento y te hace sentir mejor”. Por otra parte, los expertos en neurociencia afirman que reír ayuda a generar endorfinas, esa hormona que se asocia a lo placentero.
- No sirven excusas, imaginemos siempre algo mejor y atrevámonos: Llegado este momento, no hay excusas. En MRC decimos “quien se excusa se acusa”. No vale decir “se acabó lo bueno” “hay que esperar otro año más”. La vida puede ser siempre divertida. Imagina algo mejor, plantea nuevos enfoques, nuevas maneras de mirar y de hacer. Y por supuesto, a romper con el “siempre lo hemos hecho así”.
Pequeña guía práctica para conseguir el bienestar postvacacional
Además de trabajar la actitud, existen algunas otras pautas que pueden ayudar. Son obvias, pero pueden aportar seguridad, tranquilidad, bienestar y la sensación de que tú controlas y lideras la situación y no al revés:
- Hacer un plan para los últimos días de vacaciones. Programar el regreso; y adelantar la vuelta a casa, en lugar de apurar los días.
- Regularizar horarios y hábitos de descanso: preparar el cuerpo y la mente al nuevo ritmo.
- Reducir o evitar el consumo adicional de excitantes, como el café.
- Elegir el día de la semana para regresar: hay quien prefiere no volver en lunes.
- Empezar de manera gradual: no querer hacerlo todo el primer día.
- Buscar momentos para compartir con los compañeros.
- Planificar el nuevo periodo y priorizar, establecer objetivos retadores y concretos.
- Potenciar cambios exteriores: ordenar el despacho, tirar cosas no necesarias, etc.
- Ajustar la jornada laboral, en lugar de alargarla, y evitar llevarse trabajo a casa y equilibrar el tiempo de trabajo y el del ámbito personal (familia, aficiones…). Tratar de recuperar espacio para el ejercicio físico.
- Llenar los días de algunos momentos especiales… y tener paciencia.
Hemos visto que hay personas que no se ven afectadas por el síndrome postvacacional, que se comportan de manera diferente a las personas que son sensibles al mismo. La gran diferencia radica en la actitud que han decidido adoptar. Así, podemos afirmar: sí, existe el síndrome postvacacional pero sólo para algunas personas.Ahora, tanto si estas todavía en la tumbona, al sol, como si ya has regresado y te enfrentas a la pantalla del ordenador, te pregunto:
- Tú ¿a quién te quieres parecer?